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apego infantil y apego adulto, teoría del apego desde sus inicios

Actualizado: 30 sept

La teoría del apego ha servido desde sus inicios como marco para entender como las personas nos regulamos emocionalmente y las características de los vínculos emocionales que establecemos con otras personas significativas.

Esta teoría (Bowlby, 1969/1982) ha proliferado a la hora de estudiar los vínculos afectivos que establecemos como adultos. Según el autor la conducta de apego es aquella “…conducta que tiene como resultado que una persona obtenga o retenga la proximidad de otro individuo, diferenciado y preferido que suele ser percibido como más fuerte y más sabio” (Bowlby, 1993, p. 292). Las relaciones que establecemos con nuestras figuras de apego, que suelen ser nuestros cuidadores principales cuando se trata de la primera infancia nos ayudan a entender cómo vemos el mundo, median en cómo vivimos los conflictos con los demás y en cómo nos relacionamos con ellos (Pacheco, 2017). Llegamos al mundo demasiado vulnerables como para sobrevivir de manera independiente a otros seres humanos así que la dependencia de estos es sumamente necesaria e ineludible. Por ello es que nos vinculamos a ellos, para establecer dicha dependencia y así contar con mayores probabilidades de supervivencia.

Evolutivamente hemos desarrollado por años un sistema de relación que nos vincula con nuestros semejantes que busca, por un lado, facilitar la exploración, alejándonos de nuestra figura de apego y por otro, la proximidad con ella, para regular nuestro sistema nervioso calmando nuestros miedos, asimilar lo experimentado y elaborar nuevas estrategias de actuación. Digamos que si este sistema funciona de manera óptima resulta más sencillo hacer frente a las situaciones adversas además de dotarnos de estrategias adecuadas para hacer un mejor aprovechamiento de las oportunidades del entorno. Nos hace, en definitiva, más resilientes y más sabios.


apego infantil
apego infantil

En términos más específicos, los patrones de apego se describen como estilos prototípicos que el niño tiene para usar a su figura significativa como base segura en momentos de estrés y como refugio seguro en momentos de exploración.  La teoría (Bowlby, 1969/1982) propone que, como consecuencia de sus experiencias tempranas de desarrollo con cuidadores primarios, los individuos formamos esquemas cognitivos (modelos internos de trabajo) relacionados tanto con nuestra propia competencia y amabilidad (modelo del yo) como con la accesibilidad y capacidad de respuesta de otras personas significativas para con nosotros (modelo del otro). Así, desde sus postulados, sabemos que, en función de las experiencias tempranas con nuestros cuidadores principales y la consistencia de los cuidados de estos para con nosotros, pueden desarrollarse cuatro estilos de apego diferentes.

La unión de los postulados teóricos de John Bowlby, quien desarrolló la idea y funcionamiento del sistema de apego, junto con los avances empíricos y metodológicos de Mary Ainsworth (1973) han conseguido estructurar todo un modelo que sigue en auge en la actualidad y cuya investigación prolifera con los años.

Los aportes de Mary Ainsworth dieron inicio a una etapa de la teoría del apego más centrada en la investigación empírica, sobre la base de dos importantes contribuciones: 1) la propuesta de la existencia de tres patrones en la calidad del apego madre-infante, los que, a su vez, se relacionaban con el nivel de sensibilidad de las madres (Ainsworth, Blehar, Waters y Wall, 1978). Estos patrones se clasificaron en infantes con apego seguro (B), inseguro evitante (A), e inseguro ambivalente (C). Posteriormente, Main y Solomon (1990) propusieron un cuarto patrón llamado desorganizado (D). Por su parte, Bartholomew y Horowitz (1991) propusieron un modelo de apego adulto que distingue entre cuatro categorías a la hora de vinculares: seguros, preocupados, temerosos y huidizos. El modelo toma en cuenta dos dimensiones, la comodidad/incomodidad que puede experimentarse en la proximidad psicológica y emocional con otros y el mayor/menor miedo a ser abandonado por estos. La combinación de ambas dimensiones da lugar a la génesis de diferentes modelos internos de trabajo positivos/negativos respecto de sí mismos y de los demás que a modo de resumen exponemos aquí:


apego adulto
apego adulto

Estilo de apego seguro: estas personas tienen una visión positiva de sí mismas y también una visión positiva de los demás, se muestran optimistas con lo que pueden esperar de otras personas y de la relación con ellas además de sentirse cómodas en la cercanía con su figura de apego y también en la distancia con respecto a esta. Sus relaciones se caracterizan por la reciprocidad y el respeto. Son más flexibles en las respuestas que otros estilos y en la edad adulta elaboran más respuestas equilibradas en cuanto que combinan los aspectos emocionales y los aspectos cognitivos (Crittendern, 2015). La estrategia de los cuidadores en este caso suele ser adecuada y estos suelen presentar capacidad y voluntad de esfuerzo para cuidar con responsabilidad del menor.


Estilo de apego preocupado o ansioso: estas personas presentan una visión más negativa de sí mismas y una visión más positiva de los demás, mostrándose preocupados en las relaciones y buscando por lo general una mayor simbiosis con sus figuras de apego. Presentan un mayor miedo al abandono, son más sensibles a los acontecimientos adversos y tienden a presentar una mayor dependencia de los otros. Dan predominio a la emoción y utilizan poco la cognición para hacer frente a la incertidumbre (Crittendern, 2015). En este caso, los cuidadores carecen de recursos emocionales y conductuales necesarios o estos son inadecuados habiendo incoherencia en la atención e inconsistencia en los cuidados.


Estilo de apego huidizo o evitativo: estas personas presentan una visión positiva de sí mismas y una visión más negativa de los demás. Tienen a infravalorar el apoyo de los demás y a tener pocas o nulas expectativas al respecto. Se sienten más cómodos en la distancia emocional y tienen a presentar un grado de independencia aparente mayor frente al resto. Suelen presentar un menor interés en involucrarse en relaciones con los demás. Utilizan más la cognición que el afecto a la hora de manejar la incertidumbre y la falta de afecto o contacto genuino e íntimo con los otros. La estrategia principal de regulación es organizar su conducta cognitivamente (Crittendern, 2015). En este caso existe cierta negligencia en el cuidado del menor, bien por desinterés o por rechazo absoluto en algunos casos.


Estilo de apego temeroso o desorganizado: en este caso las personas no tienen un buen concepto de sí mismas y tampoco del resto, presentando por lo general una desconfianza acentuada en las relaciones personales. Son desconfiados con los otros y con aquello que pueden esperar de ellos. Pueden presentar conductas muy extremas, bien de labilidad emocional, bien ausencia total de afectividad. Hay una incapacidad para desarrollar una estrategia continua y constante de regular la propia experiencia y de regularse con las figuras significativas (Crittendern, 2015). Aquí la figura de apego que se supone ha de proteger al menor es fuente, a su vez, de maltrato y miedo.


Son numerosos los estudios apoyan a la idea de que el estilo de apego influye en el desarrollo de un yo saludable y eficaz incluso sirve como marco además para comprender la etiología de algunos trastornos mentales y de su consiguiente malestar psicológico. En general podría hablarse de que las personas seguras tienen a presentar con mayor probabilidad emociones positivas y, a su vez, las personas inseguras mayor cantidad de emociones negativas frente a situaciones parecidas. El apego seguro no sólo proporciona una base segura, sino que también estimula la exploración del yo y del entorno (Ainsworth et al., 1978).

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