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culpa y/o vergüenza, emociones autoconscientes

Actualizado: 9 oct

culpa o vergüenza
culpa o vergüenza

Emociones como el miedo, la ira, la tristeza, la sorpresa o el asco, que repetidamente autores han venido categorizado como “básicas”, han compuesto tradicionalmente el elenco principal de las investigaciones dejando un poco desatendidas otras muchas emociones interesantes, agradables o desagradables, que aparecen con frecuencia en las intervenciones psicológicas y en la práctica clínica. Así, emociones como la culpa, la vergüenza o el orgullo, por ejemplo, denominadas por muchos investigadores como “autoconscientes” han estado un poco más olvidadas a pesar de la frecuencia con la que aparecen en consulta. Se conocen en la literatura como emociones autoconscientes porque las precede el juicio interno que el individuo hace sobre sus propias acciones (Etxebarria, 2003), sea positivo o negativo, de algún modo, este juicio representa una autoevaluación y autorreflexión y de ahí el término “autoconsciente” (Tangney et al., 2007).


La mayoría de los autores parecen estar de acuerdo en que estas emociones autoconscientes, también llamadas, derivadas, secundarias, complejas o sociales pueden surgir como resultado de transformaciones de otras emociones conocidas como. Además, requieren que el individuo posea ciertas habilidades cognitivas, como cierta noción de uno mismo como separado de los demás para que puedan experimentarse (Etxebarria, 2003). Otro rasgo distintivo en ellas y por el cual son denominadas emociones morales es que surgen en contextos interpersonales y soportan implicaciones a este nivel, es decir, al surgir en la relación con el otro conllevan acciones con respecto al otro, bien reparadoras (como puede suceder en el caso de la culpa), bien de evasión en función del juicio propio de la propia actuación de uno mismo (como puede suceder en el caso de la vergüenza).


En la literatura, la culpa y la vergüenza son dos emociones autoconscientes que muy a menudo se confunden e intercambian indistintamente. Siendo ambas consideradas como emociones sociales o emociones morales, autoconscientes, y que parece claro es que implican necesariamente cierto grado de sensibilidad con respecto a los demás. Aunque ambas emociones tienen un componente relacional muy importante, tradicionalmente se ha considerado a la culpa como una emoción menos limitante y perniciosa que la vergüenza y que entraña un mayor grado de empatía. La culpa se ha considerado como una emoción moral enfocada en las acciones del individuo, un acto privado, donde es el propio individuo el que siente malestar por las consecuencias de sus actos con respecto a otra persona. El sentimiento de culpa a menudo acarrea emprender acciones reparadoras para dejar de sentir dicha culpa, estas acciones se orientan en beneficio de otros y tienden a neutralizar el malestar experimentado. La vergüenza, sin embargo, ha sido considerada como una emoción moral de carácter más público, en la que el individuo se enfoca más en el sí mismo y no tanto en lo que hace, es él el que se enfrenta al juicio de un colectivo y para alcanzar un yo ideal. La emoción aparece cuando éste siente que no alcanza dicho estado a los ojos de otros, es una emoción más pública que la culpa, y no impulsa acciones de enmienda como en el caso anterior, sino el deseo de alejarse o desaparecer. Resumiendo, según lo señalado, la vergüenza implicaría sentimientos negativos acerca del self global y estable, mientras que la culpa conllevaría sentimientos negativos acerca de una conducta o acción específica del propio self. (H.B. Lewis, 1971; M. Lewis, 2000; Tangney y Dearing, 2002). Lewis sostuvo que la distinción crucial entre ambas emociones sociales radicaba en el hecho de que la culpa se relaciona con una evaluación negativa de un comportamiento específico ("hice eso mal"), mientras que la vergüenza se relaciona con una evaluación negativa del yo global ("yo hice eso mal").


Otra de las distinciones que se han señalado entre estas dos emociones autoconscientes por algunos autores es la de que aquellos individuos que experimentan vergüenza tienden a sentir más ira y a expresar esta de manera destructiva, verbal o físicamente (Tangney et al., 2007). Esta relación entre vergüenza y la ira parece producirse de dentro hacia fuera, es decir, primeramente, hacia uno mismo, es el yo quien sufre de una evaluación negativa “¿Por qué soy así?”. Pero, después de este momento, se da con frecuencia que la hostilidad que inicialmente se dirigía hacia uno mismo, pasa a ser reconducida hacia el otro, en un intento de defender la identidad propia (Tangney y Tracy, 2012). En cambio, y en comparación con la vergüenza, la culpa ha estado tradicionalmente asociada a conductas prosociales. Los individuos que tienden a experimentar culpa parecen presentar conductas orientadas a reparar el posible daño causado y a minimizar las consecuencias que sus actos han ocasionado, además de tener menos probabilidades de agredir cuando están enfadados y de desplazar su ira hacia otros individuos (Tangney et al., 2007).  Estas diferencias también se reflejan en la funcionalidad de ambas emociones: la culpa motiva un comportamiento reparador al pedir disculpas y tratar de solucionar la situación dentro de la relación interpersonal, mientras que la vergüenza motiva un comportamiento defensivo y de evitación de la situación o de los otros.

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